Que aproveche by Carlos Fisas

Que aproveche by Carlos Fisas

autor:Carlos Fisas [Fisas, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Gastronomía
editor: ePubLibre
publicado: 2001-06-01T00:00:00+00:00


6.04.3 Gran duque Vladimiro (1990).

40 362 Alfonso XII (1914).

77 676 Pierpont Margen (1924).

112 151 Franklin D. Roosevelt (1929).

147 883 Duque de Windsor (1935).

Por último, en su viaje de bodas, la reina Isabel II de Inglaterra compartió con sus invitados los números 185 197 y 185 198, y ocho meses después, el servido a Marlene Dietrich llevó la ficha 203 728.

El mariscal De Contades estuvo de guarnición en Alsacia de 1762 a 1768. Y con él se llevó a su jefe de cocina, que se llamaba Close.

Close, para complacer a su señor, ideó el pastel de foie gras rodeando el hígado de una capa de picadillo de vaca y recubriéndolo de una fina coraza de pasta dorada. A este conjunto lo dotó de un alma —⁠dice M. Charles Gerard⁠— al añadirle la trufa del Périgord.

Contades abandonó Estrasburgo dejando a Close, que se casó con la viuda de un pastelero y se estableció, surtiendo desde entonces al mercado de los lamosos pasteles que siempre habían estado reservados al mariscal.

—¿Se come bien en casa de la señora X?

—Vaya… Si la sopa hubiese estado tan caliente como el vino, el vino tan viejo como la oca, y la oca tan gorda como la señora de la casa, hubiera podido pasar.

En la corte del rey francés Luis XIV el pescado reinaba como favorito, y por esta razón se esperaba la Cuaresma con impaciencia. Si damos fe a madame de Sevigné en la corte llegaron a apostar pescado en vez de dinero, y en una de sus cartas puede leerse que «el abate De Verteuil perdió ayer pescado por valor de cien luises».

Este buen De Verteuil tuvo el fin digno de un gastrónomo, como Saint-Simon nos cuenta en sus memorias: «De Verteuil murió casi al mismo tiempo de mi llegada. Se me acusó de haberle matado de una indigestión de esturión. La cosa no es cierta; aunque a decir verdad, pocos días antes se había atracado de tal pescado en mi casa. Y lo siento, pues era un excelente comensal».

Talleyrand, según es sabido, era tan buen diplomático como gastrónomo y hombre de ingenio.

Cierta vez, Chevet, proveedor del palacio real, le regaló dos gigantescos rodaballos como no se habían visto jamás en París. Talleyrand reunió a su personal de cocina. Al día siguiente daba una cena a doce invitados, personas todas muy capaces de apreciar la exquisita carne de este pescado, al igual que el tamaño poco común de aquellas dos piezas. ¿Qué hacer? Si servia los dos rodaballos, temía que su gesto se interpretase como un vulgar alarde de nuevo rico. Sin embargo, los dos ejemplares halagaban tanto la vanidad de Talleyrand que no se resignaba a desaprovechar la circunstancia. Y cavilando, tuvo una ocurrencia digna de su proverbial maquiavelismo, que le hizo sonreír tras su chorrera de encajes.

Llegada la lamosa cena, después de la sopa el maître, abrió de par en par las puertas dando paso a dos lacayos que llevaban sobre una enorme fuente de plata el más prodigioso rodaballo que jamás ojos humanos vieran. Al punto surgieron exclamaciones de admiración



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.